Se dice que si alguna vez hemos amado, también hemos pasado por el túnel de los celos, nos sumergimos en sus aguas, nos envenenamos con sus intrigas, nos mareamos con sus contradicciones e incluso jugamos al detective buscando datos reveladores que confirmen pero a la vez nieguen lo que pensamos.
Los celos en toda escala son una expresión emocional del miedo a la pérdida o al abandono. Si bien puede ser cierto que “muchos alguna vez los hemos padecido”, lo cierto es que los celos no tienen nada que ver con el AMOR sino con nuestra autoestima, con la seguridad y confianza en nosotras mismas.
He escuchado mujeres decir que “un poco de celos es seductor, te hace sentir amada o deseada”. Entonces yo pregunto ¿qué pasa con nuestra propia imagen, con la relación y el amor propio, que nos sentimos amadas cuando el otro “se asusta”? ¿Qué sucede con nuestro amor hacia ese otro, que nos gusta que sufra “esos celos inocentes”?, acaso ¿no te resulta demasiado infantil?
“Si sufre nos ama”, por Dios, si “sufre” es porque tiene una forma particular de procesar la vida que le dice: “puedes perder a tu pareja, y sin ella no eres nadie”.
Muchas veces sucede que estamos en una relación y cuando se estabiliza “creemos que todo ya está resuelto”, que el amor solito se mantendrá libre de pecados, pero cuando advertimos que “a él o a ella” le han echado el ojo, REACCIONAMOS. ¿Qué está pasando?, lo conquistado requiere de cuidado, de contención, de procurar.
Los celos, lejos de ser un combustible para el amor, son una trampa mortal. El que siente celos pierde su eje, su centro; sus conversaciones internas se tornan temerosas, sus imágenes mentales son de amenaza, y aun cuando no haya una amenaza cierta, la sensación es real y consciente o inconscientemente los juicios negativos se trasladan a la relación. Y con el tiempo, la relación se trunca.
El miedo es uno de los enemigos vitales del amor. El amor no prospera porque la gente tiene miedo a comprometerse, ¿qué significa eso? Miedo a ser lastimados. Siempre digo que es mejor un corazón con parches que uno sin estrenar.
Si los celos son el reflejo del bajo amor propio, ¿no es válido sentirlo cuando nos engañan? Al ser engañadas no sentimos celos: sentimos el dolor de la traición, el sufrimiento de no seguir siendo “lo más importante” para esa persona, de haber dejado de ser “elegibles” para nuestra pareja.
Lo que llamamos celos en esos momentos es resentimiento pues no actuó como esperábamos que lo hiciese. Resistimos un hecho que no podemos cambiar, y al enfocar nuestra energía en ello, generamos resentimiento.
Los celos son los fantasmas que nos acompañan desde la infancia, en algún sitio de nuestra historia un adulto rompió un acuerdo con nosotros y salimos al mundo de los adultos con ese registro de impotencia.
Lo interesante de sentir celos, es preguntarnos qué está pasando en nuestro interior, de esta manera podremos resolverlos. Si la mirada está puesta hacia dentro, sin duda encontraremos una salida. Si evitamos nuestra responsabilidad, pensando que él tiene actitudes que propensa la coquetería y confunden a los demás, estaremos en un callejón sin salida.
He escuchado mujeres decir que “un poco de celos es seductor, te hace sentir amada o deseada”. Entonces yo pregunto ¿qué pasa con nuestra propia imagen, con la relación y el amor propio, que nos sentimos amadas cuando el otro “se asusta”? ¿Qué sucede con nuestro amor hacia ese otro, que nos gusta que sufra “esos celos inocentes”?, acaso ¿no te resulta demasiado infantil?
“Si sufre nos ama”, por Dios, si “sufre” es porque tiene una forma particular de procesar la vida que le dice: “puedes perder a tu pareja, y sin ella no eres nadie”.
Muchas veces sucede que estamos en una relación y cuando se estabiliza “creemos que todo ya está resuelto”, que el amor solito se mantendrá libre de pecados, pero cuando advertimos que “a él o a ella” le han echado el ojo, REACCIONAMOS. ¿Qué está pasando?, lo conquistado requiere de cuidado, de contención, de procurar.
Los celos, lejos de ser un combustible para el amor, son una trampa mortal. El que siente celos pierde su eje, su centro; sus conversaciones internas se tornan temerosas, sus imágenes mentales son de amenaza, y aun cuando no haya una amenaza cierta, la sensación es real y consciente o inconscientemente los juicios negativos se trasladan a la relación. Y con el tiempo, la relación se trunca.
El miedo es uno de los enemigos vitales del amor. El amor no prospera porque la gente tiene miedo a comprometerse, ¿qué significa eso? Miedo a ser lastimados. Siempre digo que es mejor un corazón con parches que uno sin estrenar.
Si los celos son el reflejo del bajo amor propio, ¿no es válido sentirlo cuando nos engañan? Al ser engañadas no sentimos celos: sentimos el dolor de la traición, el sufrimiento de no seguir siendo “lo más importante” para esa persona, de haber dejado de ser “elegibles” para nuestra pareja.
Lo que llamamos celos en esos momentos es resentimiento pues no actuó como esperábamos que lo hiciese. Resistimos un hecho que no podemos cambiar, y al enfocar nuestra energía en ello, generamos resentimiento.
Los celos son los fantasmas que nos acompañan desde la infancia, en algún sitio de nuestra historia un adulto rompió un acuerdo con nosotros y salimos al mundo de los adultos con ese registro de impotencia.
Lo interesante de sentir celos, es preguntarnos qué está pasando en nuestro interior, de esta manera podremos resolverlos. Si la mirada está puesta hacia dentro, sin duda encontraremos una salida. Si evitamos nuestra responsabilidad, pensando que él tiene actitudes que propensa la coquetería y confunden a los demás, estaremos en un callejón sin salida.
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