El ser humano, en su afán incansable de modificar todo aquello que no le agrada del mundo y de sus semejantes sostiene la idea de que es fundamental que los demás sean quienes cambien, para que las cosas puedan mejorar.
Pero es aquí cuando surgen interrogantes como: ¿y nosotras? ¿Por qué no nos damos también esa oportunidad de cambiar? ¿Acaso nuestras conductas y actos son siempre las mejores?
Pero es aquí cuando surgen interrogantes como: ¿y nosotras? ¿Por qué no nos damos también esa oportunidad de cambiar? ¿Acaso nuestras conductas y actos son siempre las mejores?
El ser humano, en su afán incansable de modificar todo aquello que no le agrada del mundo y de sus semejantes sostiene la idea de que es fundamental que los demás sean quienes cambien, para que las cosas puedan mejorar.
Pero es aquí cuando surgen interrogantes como: ¿y nosotras? ¿Por qué no nos damos también esa oportunidad de cambiar? ¿Acaso nuestras conductas y actos son siempre las mejores?
Pero es aquí cuando surgen interrogantes como: ¿y nosotras? ¿Por qué no nos damos también esa oportunidad de cambiar? ¿Acaso nuestras conductas y actos son siempre las mejores?
A veces resulta más fácil diagnosticar a los demás y opinar sobre lo que se debe hacer que inmiscuirnos en el asunto y comenzar por casa. Si nos diéramos a esa tarea sabríamos que la imagen que tenemos de nosotras no siempre suele corresponder con la imagen que perciben los demás acerca de nuestra persona.
La falta de concordancia entre un “yo pienso ser” y un “yo soy” por lo general es grande. La opinión que tenemos de nosotras mismas también puede ser grande respecto a la opinión de los demás acerca de nosotras.
Identificar esas diferencias no es sencillo: debemos buscar las percepciones acerca de nosotras mismas que tienen las personas que comparten más tiempo con nosotras, para a posteriori, compararlas con la autoimagen que hemos construido y poder realizar un balance del estado de correlación que hay entre el pensamiento de nuestros seres queridos y el nuestro.
Cuando buscamos sus opiniones y percepciones, conviene darle mayor relevancia a las características de personalidad que más repetidamente nos otorgan, así buscaremos librarnos un poco de la carga subjetiva que nuestras valoraciones tienen, para reconocernos tal y como somos, sin arandelas ni adornos, sólo con nuestras virtudes y defectos a flor de piel.
Descubrirse a si misma no es fácil, por algo existen frases como “conócete a ti misma y conocerás al mundo”, pero eso de descubrirse sin escisiones también implica el descubrirse a partir de las demás, pues si ellos no importasen, simplemente viviríamos en una isla desierta absolutamente solas.
Exteriorizas lo que eres… no olvides que tus actos son los que te definen.